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domingo, 8 de enero de 2017

¡DESPERTEMOS DE UNA VEZ!




Empieza un nuevo año y para no variar, no empieza bien. Es más, yo diría que empieza muy, muy mal. Nuevamente las noticias nos hablan de la violencia de género. Así, ya, como si fuese algo normal. Como si formase parte de lo natural, de aquello que es inevitable.
Es gracioso, por no utilizar un apelativo más fuerte, que el gobierno se llene la boca diciendo que van a combatir esta lacra. Este genocidio. Esta infamia a la que nos hemos acostumbrado.
¿Que la van a combatir? ¿Me quieren explicar cómo?
¿Guardando minutos de silencio?
¿Con leyes de alejamiento?
¿Con penas de cárcel?
¡No sirven! ¡Señores del gobierno! ¡No sirven!
¿No se han dado cuenta aún? 

¿Cuántas mujeres tienen que morir para que ustedes, que están sin riesgos y calentitos en sus sillones, se den cuenta?

Lo único que sirve es la educación. Educación. Educación.
Educación arriesgando.
Educación en total igualdad.
Educación creyendo en lo que se hace.
Desde pequeños. Desde siempre. Desde el útero materno. ¡Educación!
No se le puede tratar a un niño de forma diferente a una niña, simplemente porque sí, y querer que no sea machista. No se le puede pagar a un hombre más por el mismo trabajo realizado que a una mujer y después pretender que él no se crea superior. No se puede seguir presionando a las mujeres para que siempre estén perfectas a base de sufrimiento y obligaciones, mientras al hombre se le da derecho para todo lo contrario.

A pesar de que las universidades están rebosantes de mujeres, y a pesar de que las estadísticas nos dicen que consiguen mejores notas que los hombres ¿Cómo es que éstas, la mayoría de las veces, terminan siendo eficaces secretarías, bellas esposas. o. como mucho, con bastante suerte, segundas, terceras, o cuartas de a bordo?

¿Se han fijado en los telediarios? ¿En las fotos de los periódicos? Pongan atención por favor.  ¿Qué ven? Hombres en la política, hombres en los consejos de administración. Hombres, hombres hombres, y de vez en cuando alguna mujer para despistar.
No será que, aunque nadie lo confiese, todavía se nos sigue considerando un ser inferior. Si no, no encuentro otra explicación. No será por trabajo. No será por perseverancia. No será por falta de espíritu de sacrificio. ¿Porqué es? 

Recuerdo los tiempos que se decía que detrás de un gran hombre siempre había una gran mujer. ¿ Es gracioso eh? ¿Para cuándo lo contrario? Me encantaría oír eso de: detrás de una gran mujer, siempre hay un gran hombre.
Pero creo que no lo verán mis ojos.

Nos han educado en la sumisión. En la creencia de que para estar completas necesitamos de un hombre. En la cobardía. En la eterna espera de ese hombre que vendrá para cambiarnos la vida, del príncipe azul...¡Oh! ¡El príncipe azul!

¿El príncipe azul? ¿Ese que luego termina vilmente con la vida de la mujer que lo ama?
¿El que la aterroriza al volver cada día a casa?
¿El que se cree su dueño?
¿El que la averguenza constantemente delante de sus amigos?
¿El que le revisa el móvil y controla cada paso que da?
¿El que le repite hasta la saciedad que sin él no vale nada?

No quiero quitarle ningún mérito al sentimiento del amor. El amor es lo que marca nuestras vidas, y probablemente lo más importante de ellas. Pero no en sumisión, no un amor con condiciones. Solamente será válido un amor en igualdad. En libertad. Con sinceridad. Lo otro, no es amor. Lo otro es posesión, es avaricia, es envidia de la libertad ajena. 
Tampoco puedo poner a todos los hombres en el mismo saco, porque sería igualmente injusta. Como tampoco pueda decir que solamente son machistas los hombres. Conozco a algunas mujeres que lo son mucho más que sus parejas. Y viene a desembocar todo en el mismo pozo, en el de la falta de educación igualitaria.



De verdad señores legisladores, olvídense de las leyes de alejamiento que de nada sirven a una mujer que tiene el miedo tan instalado en el cuerpo, que es incapaz de denunciar al asesino que la ronda. Olvídense de sus conceptos, porque no son los mismos que los de las víctimas. Si no cumplen primero la parte que les toca, no pueden después eliminar las consecuencias.

Creo firmemente que necesitamos de más imaginación. Necesitamos algo más de esfuerzo. No parece lógico que nos creamos tan modernos y no hayamos tenido nunca una mujer presidente de gobierno. Probemos a ir a una comisaría, a un hospital, a un banco. Una vez allí preguntemos por el jefe. Apuesto diez contra uno, que por cada mujer que dirija uno de estos centros, hay cincuenta hombres. Entonces, que no nos extrañen las consecuencias. Que no nos extrañe ese sentimiento de superioridad que algunos hombres tienen todavía instalado en su débil cerebro.

Aunque no sean de nuestro agrado estos temas, creo que inevitablemente hay que afrontarlos.

Saludos desde optimisstica.








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