Siglos y siglos de dominación del hombre sobre la mujer debido únicamente a su fuerza física es posible que estén viendo el principio del fin. Quizás esto sería lo que nos gustaría poder afirmar, pero la realidad es más cruda que todo eso.
Las mujeres siguen muriendo a manos de los hombres que un día les dijeron que las amaban. Las mujeres siguen siendo maltratadas, vejadas, humilladas.
Que callemos no quiere decir que nos guste o que lo deseemos. Y lo saben, ellos lo saben. Saben que muchas veces es por miedo. Por miedo a distintas causas, a que nos dejen de amar, a que se marchen, a perder un trabajo, o simplemente a perder un rango conseguido con mucho esfuerzo.
Pero de todo se cansa el ser humano. De todo. Hasta del miedo. Y es posible que sea este el momento en el que la mayoría de las mujeres del mundo incuido el poderoso Hollywood, haya dicho ¡se acabó! ¡Vamos a hablar! Vais a dejar de ser esos héroes maravillosos que habéis hecho creer que sois.
Ayer haciendo zaping por la tele me tropecé con una película que no me pareció mal. Me dispuse a verla, pero entonces hizo acto de presencia el protagonista y para mi desagrado se trataba de un hombre que hace años fue un gran héroe para mí, y por el éxito que sus películas tenían puedo suponer que también para muchas otras personas. Se trata de Dustin Hoffman. Grandes films que todos recordamos como El Graduado o Maraton Man nos hicieron pasar grandes momentos. Pero ayer cuando le ví aparecer en la pequeña pantalla, no fue lo mismo lo que sentí.
Fue un asco intenso que hizo que cambiara de canal rapidamente, porque lo que os pongo a continuación lo acababa de leer por la mañana.
Todo empezó con una propuesta de Hoffman para ir a una habitación de hotel que había alquilado para descansar o repasar el texto de la obra. Allí, el actor le pidió que le hiciera un masaje en la espalda y, aunque ella se puso bastante nerviosa, accedió. Pero ese fue solo el comienzo.
En una de las escenas, la actriz tenía que reírse delante de un micrófono. Justo detrás de donde se encontraba la posición del micrófono se encontraba una silla en la que Hoffman se sentaba para descansar y beber agua entre escenas. Esa posición la utilizó para poder tocar a Kathryn Rossetter y meterle la mano debajo de su vestido.
"Después del espectáculo, él estaba ocupado con el productor y el director, así que no tuve acceso a él para abordarlo", recuerda la actriz. A partir de ahí, este comportamiento sucedió en casi todas las funciones en las que actuó, que eran de seis a ocho espectáculos semanales. Una noche, Dustin Hoffman decidió ir más allá y le metió los dedos en la vagina mientras la actriz tenía que reír delante del micrófono. "Noche tras noche fui a casa y lloré. Me retiré y me deprimí y no tuve buenas relaciones interpersonales con el elenco".
Triste ¿verdad? Pues parece ser que esto es lo que ha ocurrido con una larga lista de hombres poderosos y jóvenes actrices que han querido ganarse un puesto en la fama.
Pero no solamente en las altas esferas es así. Si nos quitamos la careta, podremos reconocer escenas muy cercanas y familiares.
No es extraño que cuando alguna mujer ha llegado a algún puesto medianamente importante se oiga a alguien decir: ¿Con quien se acuesta ésta para conseguir eso? Estos comentarios son los que nos matan. Si lo consigue un hombre es por sus méritos, si lo consigue una mujer es por sus "méritos" pero en la cama.
Solo nos queda confiar. Confiar en un futuro mejor, más justo y racional. Si las universidades están llenas de mujeres, ¿porqué son los hombres los que dirigen siempre?
¡Despertemos! Mujeres del mundo, no se trata de masculinizarnos, ni de arrebatar ninguna parcela de poder del hombre, solamente se trata de compartir, y aspirar a lo que nos merecemos. Que no cuente el sexo, ni la edad, ni la cara bonita para conseguir lo que cada una se merece. Que sea solamente su valía.
¡Ah! y compartamos un rechazo total a todos los monstruos horrorosos que pululan por ahí.
Saludos muy femeninamente optimistas desde Optimisstica.
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