Y para concluir el relato " La Pasajera del Stanbrook". Aquí os dejo la tercera y última parte.
Cuando al final se alejó, volvieron
a reiniciar su carrera. El descanso había servido para que la mujer ajustara al
pequeño entre sus ropas y este, al sentir su pecho tan cerca no había dudado en
agarrarse al pezón de la mujer y hacerlo suyo. Silvana no se opuso. Pensó, sin
equivocarse, que así estaría más tranquilo. Lo apretó contra sí un poco más y
sacó fuerzas para seguir corriendo.
Se sentía como si volara. El pequeño era una parte más de su anatomía.
Estaba aferrado a su cuerpo como si fuese una prolongación de sí misma, como si supiese que algo acababa de
unirles; que el futuro de ambos pasaba por fundirse uno contra el otro.
El hombre la guiaba por un interminable río de embarcaciones. Al
parecer, el carguero que se disponía a llevar a los exiliados a un lugar más
seguro se hallaba al otro lado del puerto y era mucho lo que tendrían que apresurarse si querían
llegar a tiempo.
Sentía que el miedo le daba fuerzas para luchar contra todas las
adversidades que se cruzasen en su camino.
No hacía ni dos horas estaba completamente sola y ahora tenía un bebé al
que proteger y a un hombre que se había hecho cargo de ellos domo si
verdaderamente le importasen.
Sintió que se podía fiar del gigante. Era un hombre que hablaba poco,
pero parecía tener las ideas muy claras. Tiraba de ella sabiendo que estaba
salvando dos vidas a la vez.
Por fin llegaron al lugar del puerto donde estaba atracado el Stanbrook.
Vieron cómo la gente hacía cola para subir a él y se unieron como una familia
más.
El corazón de Silvana estaba a punto de estallar. El miedo se unía a la
esperanza en una extraña mezcla que le hacía sentirse muy viva por primera vez
en mucho tiempo. Poco a poco fueron avanzando hasta subir a bordo. Entonces
respiró hondo y se dispuso a dar las gracias a la persona que la había llevado
hasta allí. Cuando se volvió hacia su salvador, vio que este ya había
abandonado el barco y se dirigía a toda prisa hacia la explanada del puerto.
Una lágrima fue lo único que le pudo dedicar al desconocido. Una lágrima
que tenía el valor de dos vidas.
Tras veintidós horas de travesía el Stanbrook ancló en el puerto de
Mazalquivir cerca de Orán.
Nadie sospechó nunca que Silvana no fuese la madre natural del pequeño
que la acompañaba. La falta de leche materna fue diagnosticada por el médico de la expedición como un
trastorno debido al sufrimiento de la madre.
2.019
–Pilar Roldán González.
Espero que os haya gustado. La historia del Stanbrook es totalmente real, lo demás es fantasía, si bien algo que bien pudiera haber ocurrido.
Saludos muy, pero que muy optimísticos.
Nos vemos pronto.
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