No sólo de pirámides vive Egipto.
En el golfo de Áqaba, en la península del Sinaí, se encuentra Dahab. Un pueblito de Beduinos de unos 10.000 habitantes y que
embelesa por distintos motivos a los que llegamos del mundo occidental.
Mucha gente conoce Egipto. Son muchos los que han viajado a
Luxor, El Cairo, Alejandría e incluso a Sharm El Sheikh. Pero ya no son tantos
(a excepción de buceadores trotamundos) los que conocen esta pequeña perla
situada entre continentes. Dahab se encuentra en el sureste de la península,
mirando hacia las costas de Arabia.
El Sinaí a su vez, está situado entre Africa y Asia en el
Próximo Oriente y entre dos golfos, el de Suez y el de Aqaba. Limítrofe con la
Franja de Gaza y con Israel, la península del Sinaí, además de ser una joya
histórica, con su monte Sinaí, donde según el Antiguo Testamento Moisés recibió
las Tablas de la Ley con los Diez Mandamientos, nos ofrece paisajes sin igual
de playas, desierto y montañas espectaculares.
Después de llevar más de 20 días en El Cairo, en el ruidoso,
amado, estresante, bello, y siempre añorado Cairo, decido ir por unos días a
Dahab para relajarme, descansar y ver una cara muy diferente de mi querido
Egipto. Allí todo es paz, silencio, sol y descanso.
Por unos 100 euros compré los billetes de avión, ida y
vuelta hasta Sharm El Sheik. Desde allí tuve que viajar por el desierto en
taxi, unos 60 kilómetros hasta Dahab. El viaje como podéis imaginar es un poco
incómodo, pero cuando estás allí todo lo ves con unos ojos muy distintos. Las
comodidades occidentales se dejan a un lado y empezamos a valorar otros
aspectos de nuestras vidas, a veces muy olvidados en nuestro país. Creo que nos
contagiamos de su espíritu de solidaridad, de su capacidad de adaptación al
medio. Puedes percibir en ellos siempre una sonrisa hasta en las situaciones
más incómodas. He visto muchas veces como la gente se vuelca en ayudar a
cualquiera que se le pare el coche en medio de un tráfico infernal y con una
temperatura de más de 40 grados. (Es algo habitual ya que hay coches
funcionando con más de 45 años). Cuando
vas por la calle, casi sin aliento para
poder caminar por culpa de las altas temperaturas, y ves como la gente empieza
a empujar un coche de alguien que no conoce y que tiene que sudar a mares para conseguir ponerlo en marcha, te das
cuenta de que conservan algo que nosotros hemos perdido. Así que allí todo,
todo, se disfruta mucho más.
En Dahab viven muchos extranjeros, entre ellos algunos
españoles que han sabido encontrar un verdadero remanso de paz en este rincón
del mundo.
También es destino de muchos buceadores que anhelan surcar
sus aguas cristalinas entre corales. Es muy famoso el Blue Hole (agujero azul)
Lugar precioso donde los haya, pero que también ha costado la vida a algunos aventureros
extremos.
Por supuesto pude
saborear la suculenta comida egipcia y un maravilloso pescado, que las mismas
personas que lo servían, se habían encargado de hacerlo caer en sus redes sólo
unas pocas horas antes, o a veces minutos.
Pero lo que más me divirtió y de lo que pude disfrutar horas
y horas fue de la playa. Un mar tranquilo, transparente y lleno de pececillos
que se arremolinaban en torno a mí a mordisquear mis pies. Las costumbres de
los beduinos hacen que los adultos, sobretodo las mujeres, no se bañen en el
mar cuando hay gente extraña. Sólo los niños lo hacen, con lo que la playa
dista mucho de ser una playa como las que conocemos aquí. Allí la tranquilidad
lo empapa todo y eres capaz de pasarte cuatro horas en el agua sin apenas darte
cuenta de que ha pasado el tiempo.
En esta otra foto podéis ver como los niños
utilizan a un camello de trampolín. Era un camello que nos visitaba todas las
tardes más o menos a la misma hora. Llegaba
solo, se metía en el agua y los niños se lo pasaban de lo lindo jugando
con él. También era normal ver aparecer a las cabras mientras tomaba el sol.
El tiempo allí transcurre con otra velocidad. A veces hay
que parar y comparar.
Pasé unos días inolvidables en Dahab. Comí, reí y dormí como
una niña…y me bañé cada día hasta arrugarme como una pasa, para una vez
cargadas las pilas volver a El Cairo a seguir con mis clases y con mis veranos egipcios. En esta ocasión también, con las conocidas manifestaciones de la plaza Tahrir.
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