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miércoles, 21 de noviembre de 2012

Dahab; una maravilla egipcia a descubrir



No sólo de pirámides vive Egipto.




En el golfo de Áqaba, en la  península del Sinaí, se encuentra  Dahab. Un pueblito de  Beduinos de unos 10.000 habitantes y que embelesa por distintos motivos a los que llegamos del mundo occidental.
Mucha gente conoce Egipto. Son muchos los que han viajado a Luxor, El Cairo, Alejandría e incluso a Sharm El Sheikh. Pero ya no son tantos (a excepción de buceadores trotamundos) los que conocen esta pequeña perla situada entre continentes. Dahab se encuentra en el sureste de la península, mirando hacia las costas de Arabia.
El Sinaí a su vez, está situado entre Africa y Asia en el Próximo Oriente y entre dos golfos, el de Suez y el de Aqaba. Limítrofe con la Franja de Gaza y con Israel, la península del Sinaí, además de ser una joya histórica, con su monte Sinaí, donde según el Antiguo Testamento Moisés recibió las Tablas de la Ley con los Diez Mandamientos, nos ofrece paisajes sin igual de playas, desierto y montañas espectaculares.
Después de llevar más de 20 días en El Cairo, en el ruidoso, amado, estresante, bello, y siempre añorado Cairo, decido ir por unos días a Dahab para relajarme, descansar y ver una cara muy diferente de mi querido Egipto. Allí todo es paz, silencio, sol y descanso.
Por unos 100 euros compré los billetes de avión, ida y vuelta hasta Sharm El Sheik. Desde allí tuve que viajar por el desierto en taxi, unos 60 kilómetros hasta Dahab. El viaje como podéis imaginar es un poco incómodo, pero cuando estás allí todo lo ves con unos ojos muy distintos. Las comodidades occidentales se dejan a un lado y empezamos a valorar otros aspectos de nuestras vidas, a veces muy olvidados en nuestro país. Creo que nos contagiamos de su espíritu de solidaridad, de su capacidad de adaptación al medio. Puedes percibir en ellos siempre una sonrisa hasta en las situaciones más incómodas. He visto muchas veces como la gente se vuelca en ayudar a cualquiera que se le pare el coche en medio de un tráfico infernal y con una temperatura de más de 40 grados. (Es algo habitual ya que hay coches funcionando con más de 45 años).  Cuando vas por la calle,  casi sin aliento para poder caminar por culpa de las altas temperaturas, y ves como la gente empieza a empujar un coche de alguien que no conoce y que tiene que sudar a mares  para conseguir ponerlo en marcha, te das cuenta de que conservan algo que nosotros hemos perdido. Así que allí todo, todo, se disfruta mucho más.
En Dahab viven muchos extranjeros, entre ellos algunos españoles que han sabido encontrar un verdadero remanso de paz en este rincón del mundo.
También es destino de muchos buceadores que anhelan surcar sus aguas cristalinas entre corales. Es muy famoso el Blue Hole (agujero azul) Lugar precioso donde los haya, pero que también ha costado la vida a algunos aventureros extremos.
 Por supuesto  pude saborear la suculenta comida egipcia y un maravilloso pescado, que las mismas personas que lo servían, se habían encargado de hacerlo caer en sus redes sólo unas pocas horas antes, o a veces minutos.
Pero lo que más me divirtió y de lo que pude disfrutar horas y horas fue de la playa. Un mar tranquilo, transparente y lleno de pececillos que se arremolinaban en torno a mí a mordisquear mis pies. Las costumbres de los beduinos hacen que los adultos, sobretodo las mujeres, no se bañen en el mar cuando hay gente extraña. Sólo los niños lo hacen, con lo que la playa dista mucho de ser una playa como las que conocemos aquí. Allí la tranquilidad lo empapa todo y eres capaz de pasarte cuatro horas en el agua sin apenas darte cuenta de que ha pasado el tiempo. 


En esta otra foto podéis ver como los niños utilizan a un camello de trampolín. Era un camello que nos visitaba todas las tardes más o menos a la misma hora. Llegaba  solo, se metía en el agua y los niños se lo pasaban de lo lindo jugando con él. También era normal ver aparecer a las cabras mientras tomaba el sol.
El tiempo allí transcurre con otra velocidad. A veces hay que  parar y comparar.
Pasé unos días inolvidables en Dahab. Comí, reí y dormí como una niña…y me bañé cada día hasta arrugarme como una pasa, para una vez cargadas las pilas volver a El Cairo a seguir con mis clases y con mis veranos egipcios. En esta ocasión también, con las conocidas manifestaciones de la plaza Tahrir.

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